lunes, 2 de mayo de 2011

Dreaming in colors

Hoy me he despertado sorprendida porque nada había cambiado. El espejo frente a mi cama reflejaba la luz que se colaba desde la ventana, sumiendo la habitación en una agradable atmósfera que me resultaba familiar.
Arropada, sueño cada noche bajo esa ventana que se abre sin darme cuenta, a medida que me vence el cansancio y se me cierran los ojos, dando entrada a otra realidad para la que no hace falta ver ni escuchar, tan sólo dejar libre el subconsciente. Puede parecer una realidad falsa o desagradecida, por aquello de su volubilidad o inconsistencia, pero no la puedo considerar así. No, cuando cada vez que vuelvo de ella, el mundo que todos consideran verdadero se torna cada vez más gris y la gama de colores que aprecio con los ojos abiertos no es remotamente comparable a la que vislumbran mis ojos cerrados. Por eso sé que el espejo no refleja cambio, por las tonalidades que percibo. El azul del edredón no es simplemente azul, tiene mezcla de verdes y depende, como el color del mar, de las mareas y el lugar desde el que lo mires, incluso podría escuchar el susurro de las olas si introduzco debajo mi cabeza. La pared naranja brilla de forma semejante a la cáscara de ese mismo fruto, pero no es cualquier brillo, es el que muestra justo cuando recibe luz por aquella época en la que comienzan a aparecer esos bulbos blancos, esos pequeños brotes que huelen tan bien y que nos recuerdan que el calor anda cerca. Y el suelo tiene textura terrosa, como el camino que discurre junto a un río por el que resulta agradable pasear cuando la tarde es fresca. Casi escucho mis pisadas a pesar de seguir aquí tumbada, y el sonido de las olas se mezcla con el del caudal que avanza obstinado, quizás, porque como yo, también escucha la cercanía del mar.
Todo sigue igual, nada ha cambiado a pesar de que mis párpados están abiertos. Quizás me haya quedado sumida en esta irrealidad, o realidad benévola, quizás no vuelva a tener que mirar al mundo del color de los periódicos, pero vuelvo a cerrar los ojos por si acaso: no me importa, de hecho, seguir soñando en colores.